Siempre hubo:

Miércoles 30 de agosto de 2023 por Eduardo Briones

Siempre hubo médicos, quizás antes los llamaban chamanes, comadronas o esenios. Siempre hubo químicos, quizás antes los nombraron hechiceros o alquimistas. También siempre hubo poetas, con todo y sus musas, daimones u oníricas. Sea lo que sea en lo que te desenvuelvas, siempre hubo y seguro habrá quien lo haga después. En esta fantasía estriba nuestras vidas: en ocupar roles que hacen girar la estructura mental que, toda una generación por los siglos de los siglos, llama sentido. Sentido que caído en obsolescencia, migra cual detritus al reposadero del pasado. Es bastante intrascendente el ser, a pesar de que nuestra cultura nos quiera meter la píldora de la eternidad, cielos o nirvanas. Todo, absolutamente todo pasa. Nosotros incluidos. Estamos presos en la carne, en el límite de un tiempo y en el lenguaje. Ante la angustia, una bala penetrando nuestro cerebro, el cáncer, una caída de un veinteavo piso o la putrefacción natural de la materia orgánica, somos nada.
En verdad, ¿Cuál es el objeto de nuestra perpetua —Sísifo aburrido— permanencia involuntaria?
Posibilidades, muchas, pero clichés:
Un beso, siempre hubo besos: Algunos suaves, otros largos; algunos tiernos, otros amargos, pero besos. Una puñalada, siempre hay gente matando gente, nada nuevo. Un parto, siempre habrá alguien pariendo o siendo parido. Un político, siempre hay políticos. Un loco, siempre hubo locos: Los locos, locos. Los de verdad y los de manicomio. Un irreverente, siempre los hay del estatus quo. Tan arquetípico es este último que miles de libros hemos escrito sobre ellos.
Todo es tan absurdamente repetitivo: La flor, el dolor, la muerte, el frio, la lágrima o el bostezo. Tú, yo, él, nosotros, ustedes, ellos. Tu dedo en el reloj checador o la escalada que estás planeando para llegar a la cima del Everest. La boda de tus sueños, la idea e incluso este pensamiento hecho texto.
¡Metempsicosis! ¡Palingenesia!
Un día leí que podemos ver la luz de estrellas que murieron hace cientos de años, a veces pienso que todos nosotros somos como esas estrellas y que, en realidad, desde hace mucho que estamos muertos. Que vemos como vida solo un espejismo de aparente presente, un eco atrapado en el caracol del tiempo.
Somos nada. Polvo. Tierra. Simples mortales.
Un punto en la piel de lo hipotético.
Escrito por Eduardo Briones.
Imagen de ©Mitch Griffiths – Rehab


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